viernes, 6 de abril de 2012

el saxo


Te tuve sin darme cuenta. Eras una sensación. Escuchabas. Mi voz tenía cuerpo y mi cuerpo consistencia. Un día perdí tu saxo y mis vestidos se ajaron. Cai hasta lo más bajo. Caminaron en mi cuerpo. Quedé al final de la fila en aquel bodegón oscuro. A nadie le importaba que yo lo hubiera perdido, sólo a aquel hombre que, a pura voz cantaba, entonando una canción triste que penetró en mis venas. Un hilo de fino oro me mantuvo viva, haciéndome comprender lo que ni tu comprendías: que sin ley no hay nada y que, al menos, con ella, persisto, buscando tu voz en las voces de los que no son escuchados.

1 comentario:

  1. Sin tu ley...

    La ley del Padre, es la de esos amores que hemos arrancado al cielo, que hemos arrancado a una mujer o a un hombre, que al menos hemos sentido prohibidamente el deseo por nuestro contrario prohibido, son los que nos hacen darnos la vuelta y reencontrar a aquel saxo que no es tan exhuberante como el amor prohibido pero nos da calor, paz y luz. El verdadero amor el de las palabras.

    Sin él no somos nadie.

    Un abrazo

    Vicent

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