sábado, 16 de febrero de 2013

Cuando el tango llega a tu vida se queda en tus pies

Porque el tango se siente y no es cursilería. No es parodia, ni figuras estudiadas. Es conexión, es milagro. Es nuevo cada vez. Ocurre entre dos y los demás también lo sienten. El tango borra edades y prejuicios. El tango envuelve y sin saber ni cómo ni por que, el tango crea el prodigio de la belleza y la emoción.

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Esta noche de luna

Acercate a mi
y oirás mi corazón
contento latir
como un brujo reloj.
La noche es azul,
convida a soñar,
ya el cielo ha encendido
su faro mejor.
Si un beso te doy,
pecado no ha de ser;
culpable es la noche
que incita a querer.
Me tienta el amor,
acércate ya,
que el credo de un sueño
nos revivirá.

Corre, corre barcarola,
por mi río de ilusión.
Que en el canto de las olas
surgirá mi confesión.

Soy una estrella en el mar
que hoy detiene su andar
para hundirse en tus ojos.
Y en el embrujo
de tus labios muy rojos,
por llegar a tu alma
mi destino daré.
Soy una estrella en el mar
que hoy se pierde al azar
sin amor ni fortuna.
Y en los abismos
de esta noche de luna,
sólo quiero vivir,
de rodilla a tus pies,
para amarte y morir.

Acércate a mi
y oirás mi corazón
contento latir
como un brujo reloj.
Mi voz te dirá
Palabras de miel
que harán de tu pecho
fuego encender.
El canto del mar
repite en su rumor
qué noche de luna,
qué noche de amor.
Dichoso de aquel
que pueda decir,
yo tengo un cariño
qué dulce es vivir.

Corre, corre barcarola,
que la luna se escondió.



Orquesta: Carlos di Sarli
Voz: Roberto Rufino
Letra de Hector Marcó


Un hombre, una mujer, una conexión

 y un vals

lunes, 11 de febrero de 2013

El pianista

Al no haber palabras que alcancen para decir tan sutil sentimiento, busco alrededor de su imagen, su sonrisa, su gesto y en las cadencias melodiosas que estremecieron mi alma escondida en su secreto rincón. Y descubro que el hoy viene de mi ayer en tenues sensaciones. Aquel lejano instante, inmortal habitante silencioso, vuelve hoy en el pianista, en su rostro ingenuo, en su juventud inconciente, en sus manos, en sus dedos que, veloces, acarician el teclado del viejo piano. Es él y aquel otro al mismo tiempo, sin saberlo él, sin esperarlo yo. Hasta parece que el tiempo circula en ciclos, por los mismos lugares, volviendo sin cesar a recuperar trazas de un tiempo perdido.  



Nocturne Op. 9, n.º 2 
Martha Goldstein tocando en un piano Erard de 1851.

domingo, 3 de febrero de 2013

Clarice Lispector (*)

 


Encontré su nombre en el blog de Bel M. llamado Amapolas en Octubre, de casualidad. Preferí leerla antes de interiorizarme del análisis que sobre su obra hace Bel en su tesis.

¿Cómo saber por qué me interesé?. No lo se todavía. Lo cierto es que fui a comprar alguno de sus libros. Hasta ahora he leído sólo las seis primeras páginas de La Hora de la Estrella y prontamente he sentido que la autora me escribe a mí, que escribe mi cuerpo escribiendo con su cuerpo de su cuerpo.

Su escritura tiene la belleza de la verdad sin referente, de lo real que nadie dice, no habla de historias complejas, sino del instante vivido, me habla a mí, escribe de mi pluma.

Clarice Lispector es el cuerpo en la letra, intenta decir algo más, ensaya romper un límite, de lo simbólico, del tiempo.

¨¿Cómo empezar por el principio si las cosas suceden antes de suceder?¨
¨Si esta historia no existe, pasará a existir. ¨
¨Sólo no comienzo por el fin que justificaría el inicio -como la muerte parecer decir sobre la vida- porque necesito registrar los hechos previos¨

¨¿Cómo es que yo sé todo lo que seguirá y que todavía desconozco, ya que nunca lo viví? ... Quien vive sabe, aún sin saber que sabe.¨



(*) Escribí esto en el 2011 y lo publiqué en otro blog que hoy tengo abandonado. Lo trancribo acá para una twitera simpática que preguntó por Clarice Lispector.

 

sábado, 2 de febrero de 2013

Un jueves diferente

La vida parece más vida cuando golpea el alma en forma inesperada. Sin apuro, sin buscar demasiado, cuando la quietud inunda, cuando sobrevive sólo un ligero alerta en la mirada, el oído y la piel. La Feria de Artesanos iluminada estaba allí.

De la mano del artista, que extrae de su propio cuerpo los secretos de lo sublime, me llega la obra más bella. Tan bella como el corazón de su autor, no puede ser de otra manera. 

Hoy ha ocurrido lo que es irrepetible. Fue un jueves diferente. La música silenció todos los ruidos. Se hizo oir, se hizo emoción, se enlazó a imágenes que fueron realidades. Nunca es nueva la emoción. Sólo el artista puede robar el hoy para llevarlo a lo ya vivido. El artista es el Señor del Tiempo.  

Fue un jueves diferente. Un banjo abrazado a su dueño, solitario y soñador, abriendo puertas sonoras hacia mi escondido ArcoIris, mi inaugural SuiGeneris y los rostros del amor.

Aladas manos sobre una guitarra, un melancólico violín y un piano armonizaban sonidos que volvieron a unir lo disperso. Infiltraron mi cuerpo de un pasado perdido, de reminiscencias a PinkFloyd, a colores y aromas de calles parisinas, a un antiguo blues y a un más lejano rag.

También fue un jueves en tiempo de tango, de instantes porteños al estilo del lánguido SanTelmo. Tuvo ese no se qué -¿sabe ud.?- que me trajo su voz y el ceño fruncido de su rostro austero. Su paso milonguero en el momento justo. El bandoneón que abre el fuelle insaciable y el compás que guarda el secreto de tantas emociones.

Y por fin, en ese jueves diferente, la joven titiritera, creando con su sólo movimiento, la vida en su escuálido personaje y su valija. El deseo de la artista, envuelto en música de organito, crea el alma. Es como Dios, hace su obra a imagen y semejanza. Sólo basta que haya una mirada, un oído y un corazón que lo reciba y el milagro se produce. Las palabras y las lágrimas vendrán después.