miércoles, 8 de enero de 2014

El río


Ayer fui temprano a caminar por la playa. En dirección a Punta Mogotes. No había nadie, solo algún lejano trasnochado durmiendo. Ya había caminado unos cien metros por los bordes del mar, adonde llegan las olitas, esas que no vuelven sino que se absorben en la arena, cuando veo un río, de agua de mar, en su desembocadura. Sí, un río. ¿Y este río que hace acá?, me pregunté. Decido seguirlo. Me meto en el cauce y sigo caminando por él, ¿a ver a dónde me lleva?. No se veía el nacimiento. La corriente iba hacia el mar y yo iba en contra, cuando no. Tiene su encanto. Caminé bastante, el agua me llegaba arriba de los tobillos, de pronto la corriente se hace más suave hasta que no circula más, solo la mueve el viento, como en las lagunas. Sigo, hasta que por allí veo que estoy llegando al otro extremo y que el rio se hace como un hilo. Luego se diluye en la arena. El mar ha llegado hasta aquí en la madrugada, me dije, y el agua buscó la salida al mar rodeando la isla de arena que se le interponía. Es lindo caminar por un río, pensé. Me dió lástima que se terminara. Seguí caminando hasta que decidí retornar. Voy a volver por el mismo lado, dije. Cuando me encuentro otra vez con el río me interno en él nuevamente, pero al rato algo me causa sorpresa. Estaba pasando por un tramo donde el agua me llegaba a la mitad de la pantorrilla. No fue así cuando iba. ¿Cómo puede ser?. No sé, tal vez una ola muy grande volvió a llegar hasta este lugar, pensé dudosa. No era el mismo río. Lo era y no lo era. Me acordé de Heráclito que decía: ¨no nos podemos bañar dos veces en el mismo río¨, nada más literal en este caso. Como en la vida. No es lo mismo ir, que volver. Ni uno es igual, ni el camino es el mismo. Finalmente llegué a la correntada del comienzo y salí de él. Había sido lindo recorrerlo. Después me fuí. Estaba contenta porque me habían quedado los pies muy limpitos y relucían mis uñas rojas.

Fuente: mi facebook

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